
El encanto del otoño: una guía para disfrutar de los arces rojos de Japón
De Team MUSUBI
Con la llegada del otoño a Japón, el paisaje se transforma en un impresionante tapiz de vibrantes rojos, naranjas y dorados. Los icónicos arces japoneses, o momiji , comienzan a perder su verdor estival, revelando una explosión de tonos carmesí que cubren laderas, templos y jardines. Durante esta hermosa época del año, los japoneses participan en el momiji-gari , la ancestral práctica de admirar el follaje otoñal. Esta tradición, muy apreciada en Japón, atrae a visitantes de todo el mundo para contemplar esta impresionante obra maestra de la naturaleza.
En este blog, lo guiaremos a través del Museo de Arquitectura al Aire Libre Edo-Tokio para experimentar el impresionante paisaje otoñal de Japón en Tokio, ofreciéndole información sobre cómo disfrutar plenamente de los colores vibrantes y la atmósfera pacífica, haciendo que su viaje estacional sea aún más memorable.
Tabla de contenido
Hojas de arce en Japón

¿Cuando comienza realmente el otoño?
Quizás comience con el gradual desvanecimiento del verde de las hojas, que marca la silenciosa llegada de una nueva estación. El cautivador rojo de las hojas de arce, símbolo por excelencia del otoño, es más que un simple cambio de color: es una impresionante obra maestra creada por la naturaleza. Como un artista con una precisión impecable, la naturaleza adorna los árboles con tonos intensos en el momento justo, transformando el paisaje en un vibrante tapiz. Este rojo no es solo un signo del cambio de estaciones, sino también un reflejo de la profunda inteligencia inherente a la vida vegetal.

A medida que baja la temperatura en otoño, la clorofila de las hojas comienza a descomponerse y, al mismo tiempo, se produce un pigmento llamado antocianina, que les da su brillante color rojo. Esta transformación tiene un propósito que va más allá de la belleza. Los pigmentos rojos protegen las hojas del exceso de luz solar y ayudan a canalizar los nutrientes hacia el tronco, ayudando a la planta a prepararse para los meses de invierno. Cada hoja roja es un testimonio del delicado equilibrio entre la naturaleza y el medio ambiente. Al caer con gracia al suelo, parecen narrar una historia sobre la naturaleza cíclica de la vida, añadiendo una belleza poética a la estación.

En Japón, la llegada del otoño transforma las ciudades y el campo en paisajes pintados en tonos dorados y carmesí. Incluso un simple paseo por la calle se convierte en un momento para apreciar la serena belleza de la estación, mientras las hojas de arce reflejan el tranquilo encanto del cambio. Al igual que el hanami en primavera, cuando la gente se reúne para admirar los cerezos en flor, el otoño trae consigo el momiji-gari, una preciada tradición japonesa. Literalmente significa "buscar hojas rojas" y consiste en adentrarse en las montañas o el campo para buscar y admirar el vibrante follaje otoñal.

La historia del momiji-gari se remonta al período Nara (710-794 d. C.), pero fue durante el período Heian (794-1185 d. C.) cuando se popularizó especialmente entre la aristocracia. Para la nobleza de aquella época, el momiji-gari era un pasatiempo elegante que incluía excursiones a las montañas para contemplar las hojas carmesí, acompañadas de banquetes y la composición de poesía inspirada en la efímera belleza de la estación. Para el período Kamakura (1185-1333 d. C.), la apreciación de las hojas rojas se había convertido en una práctica cultural más extendida. La gente no solo admiraba el follaje, sino que también coleccionaba hojas caídas particularmente hermosas como recuerdos, atesorándolas como recuerdos del esplendor de la estación.


Durante el período Edo (1603-1868 d. C.), el momiji-gari se convirtió en una tradición popular. Los habitantes de Edo, hoy Tokio, abandonaban la abarrotada ciudad y viajaban a las tranquilas afueras para maravillarse con los paisajes otoñales. Allí, podían sumergirse en la tranquilidad de la naturaleza, encontrando alegría y relajación entre la vibrante vegetación.
Una de las razones por las que el follaje otoñal de Japón cautiva a tantos es la increíble diversidad de su belleza escénica. Majestuosas montañas y profundos valles estallan en una vibrante sinfonía de rojo, creando vistas impresionantes. Antiguos santuarios y templos, adornados con hojas carmesí, exudan un aura de elegancia atemporal. Lagos rodeados de vibrantes árboles reflejan los deslumbrantes colores, ofreciendo una sensación de serena belleza. Sumergirse en una tranquila fuente termal al aire libre, envuelto por la calidez de sus aguas relajantes mientras contempla las montañas cubiertas de vibrante follaje otoñal, es una experiencia inolvidable que ofrece una relajación inigualable para el cuerpo y el alma.

Esta rica variedad de escenarios convierte la observación de las hojas en Japón en algo más que un simple deleite para la vista: es un viaje inmersivo para el alma. La belleza de las hojas otoñales de Japón reside no solo en sus brillantes colores, sino también en su armonía con los paisajes y las tradiciones culturales circundantes. Cada encuentro con estas vibrantes exhibiciones se convierte en un recuerdo preciado, que deja en los visitantes una profunda apreciación de la fugaz pero profunda belleza de la estación.
Momiji-gari con MUSUBI KILN

Este año, elegimos el Museo de Arquitectura al Aire Libre Edo-Tokio, ubicado en la ciudad de Koganei, Tokio, como destino para nuestra aventura momiji-gari. El museo cuenta con treinta edificios históricos meticulosamente restaurados, que abarcan desde el período Edo hasta mediados de la era Showa (1926-1989 d. C.), cada uno con una inmensa importancia histórica. Paseando por sus instalaciones, nos recibieron los vibrantes tonos de las hojas de arce rojo intenso que adornaban con belleza la arquitectura atemporal. Nos sentimos como si nos hubiéramos transportado a otra época, con la suave brisa acariciando nuestras mejillas, trayendo consigo un susurro melancólico del período Edo: suave, nostálgico y absolutamente encantador.

Los edificios del museo son más que simples estructuras; son testigos silenciosos de la evolución de los estilos de vida y las narrativas culturales de Japón. Al recorrer este espacio, es inevitable reflexionar sobre el paso del tiempo y las profundas capas de historia que se conservan entre sus muros. La vívida belleza del follaje otoñal armonizaba a la perfección con la serena elegancia de la arquitectura histórica. Esta unión de la vitalidad de la naturaleza y el legado de la humanidad creó una poesía única, impregnando nuestra experiencia momiji-gari de una inigualable sensación de romance y asombro.

El museo se divide en tres secciones que se extienden de oeste a este: la Zona Oeste, la Zona Central y la Zona Este. Las exploramos en orden, comenzando por la Zona Oeste.
Lo primero que nos recibió fue la casa del líder de los guardias Hachioji, construida a finales del periodo Edo. Su techo bajo de paja y su rústica estructura de madera se fundían armoniosamente con el vibrante resplandor rojo de las hojas que brillaban bajo la luz del sol. En el interior, la casa conservaba herramientas y muebles cotidianos de la época, mientras que los rayos de sol que se filtraban por el pasillo infundían vivacidad al pasado.

Allí, era fácil imaginar a la gente de aquella época sentada bajo el cálido sol otoñal, admirando los vibrantes colores de las hojas, igual que nosotros. Fue un momento conmovedor, una conexión tangible con las vidas vividas y un recordatorio de la belleza y la fugacidad del tiempo.

Al pasar de la Zona Oeste a la Zona Central, pasamos por el Mausoleo Jisho-in (Otama-ya), un templo construido por la princesa Chiyo, hija de Tokugawa Iemitsu, el tercer shogun del shogunato Edo, en honor a su madre. En el camino, un grupo de arces nos llamó la atención y nos dejó maravillados. Eran arces Omomiji, cuyas hojas exhibían una impresionante mezcla de tonos rojos y amarillos. El árbol rojo brillaba como una antorcha, mientras que el amarillo parecía estar envuelto en la dorada luz del sol. Bañados por la suave luz otoñal, su belleza parecía casi divina, como si la naturaleza misma los hubiera dotado de un resplandor sagrado.



Ansiosos por la anticipación, nos dirigimos a la Zona Este, donde se dice que varios edificios inspiraron escenas icónicas de la obra maestra de Studio Ghibli , El viaje de Chihiro .
La zona se presenta como una encantadora callejuela, repleta de tiendas que cuentan historias de épocas pasadas. Entre ellas, nos maravillaron el taller de sastrería de 1879; la tienda de salsa de soja "Kodera", construida en 1933; y la floristería "Hanaichi", de 1927. Cada edificio nos cautivó con su carácter e historia únicos.

Una vista particularmente impactante fue la tienda de utensilios de cocina "Maruni Shoten", cuya fachada exhibía el tono azul verdoso natural del cobre. A través de los brillantes escaparates, pudimos ver una variedad de utensilios de cocina tradicionales cuidadosamente ordenados. Estos artículos atemporales parecían llevar el peso del pasado, y al iluminarse la luz del sol sobre sus superficies, nos sentíamos como si nos hubiéramos transportado a esa época, presenciando la vida como era antes.



Otro punto destacado que nos dejó maravillados fue el Bar "Kagiya". Este encantador local cuenta no solo con una barra, sino también con salones privados, ofreciendo una mirada a la vida nocturna de antaño.

La barra del bar estaba meticulosamente decorada con una variedad de sake japonés, y carteles y anuncios antiguos adornaban las paredes. Allí, era fácil imaginar la animada charla y las risas de la gente de aquella época, como si sus voces aún flotaran en el aire, reviviendo la historia con gran intensidad.


Otra atracción imperdible son los Baños Públicos "Kodakara-yu", construidos en 1912 y que se cree que inspiraron la aclamada obra maestra de Studio Ghibli, El Viaje de Chihiro . Esta magnífica estructura cuenta con un gran techo a dos aguas de karahafu que evoca santuarios y templos, con intrincadas tallas de los Siete Dioses de la Suerte que adornan su entrada.

En su interior, los baños se dividen en secciones para hombres y mujeres, ambas bien equipadas con instalaciones que reflejan la cultura del baño de la época. Un mural del Monte Fuji, bellamente pintado, realza su encanto.



Al final del día, nuestro recorrido por el Museo de Arquitectura al Aire Libre Edo-Tokio nos dejó una profunda apreciación de la armoniosa combinación del legado histórico y la belleza natural de Japón. Las vibrantes hojas de arce, en combinación con la arquitectura atemporal, crearon una experiencia visualmente impactante y profundamente emotiva.
Momiji-gari es más que una actividad estacional; es una celebración de la profunda conexión de Japón con la naturaleza y la riqueza cultural de su pasado.
Museo de Arquitectura al Aire Libre Edo-Tokio
3-7-1 Sakuracho, Koganei-shi, Tokio (dentro del parque Koganei)

2 comentarios
@Judith Wright- Thank you so much for your kind words! We’re delighted that you found the article both charming and informative. We truly appreciate your support and look forward to bringing you more insights into Japan. Thank you again!
Team Musubi
This was absolutely charming and informative. It gives you a wonderful view into Japan and its history. I love reading these. Thank you
Judith Wright
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