
Pasión silenciosa en cada pincelada: La maestría de Satomi Toshitaka
De Team MUSUBI
Escondido en las tranquilas montañas de la Prefectura de Nagasaki se encuentra Mikawachi, un pueblo donde el arte de la porcelana ha florecido silenciosamente durante más de cuatro siglos. Conocido por su delicada porcelana blanca y su intrincado trabajo de pincel, Cerámica Mikawachi continúa personificando una estética refinada que habla tanto de historia como de artesanía.
Entre los hornos que continúan con este legado se encuentra Kakusho Horno, donde la tradición no solo se preserva sino que también se reimagina suavemente a través de las manos de Satomi Toshitaka.
Mientras contempla la porcelana blanca pura, Satomi comenta: "Solo se puede entender verdaderamente el pincel a través de la repetición." Hay una intensidad silenciosa en su concentración, y en cada trazo del pincel se percibe una profundidad de experiencia que no se puede enseñar, solo se gana con el tiempo y la dedicación.
este artículo, exploramos el camino de Satomi como artesano, las técnicas que ha perfeccionado y la convicción silenciosa que guía su trabajo en la conformación del presente y futuro de la cerámica Mikawachi.
Tabla de contenidos
El camino para convertirse en artesano
Una infancia rodeada de artesanía
Satomi Toshitaka creció con la cerámica en el centro de su vida cotidiana. El taller estaba justo al lado, un espacio que ahora es la sala de exhibición de Kakusho Kiln. Los sonidos de las herramientas, el aroma de la arcilla, los movimientos constantes de los artesanos, todo esto formaba parte natural de su entorno, moldeando silenciosamente su conciencia desde una edad temprana. Ya fuera camino a la escuela o regresando a casa, siempre pasaba por la vista familiar de alguien inclinado sobre su trabajo, pincel en mano.
la región de Mikawachi, a los niños a menudo no se les identificaba por sus nombres, sino por sus roles familiares: "el hijo de tal" o "el niño de ese horno". Satomi también era conocido como el hijo de un artesano. Su identidad estaba naturalmente ligada al trabajo de su familia, y desde el principio, estuvo inmerso en una cultura de creación.
Para él, la cerámica nunca fue algo especial ni separado de la vida. Era parte de lo cotidiano. Esa comprensión silenciosa aún es evidente en la forma suave y mesurada en que habla sobre su trabajo.
Elegir el Camino Familiar: Aprendizaje y Primeros Años

Durante la escuela secundaria, Satomi comenzó a considerar gradualmente la artesanía familiar como algo más que solo su trasfondo. Aunque ingresó a la universidad con la intención de convertirse en maestro, una convicción silenciosa comenzó a formarse dentro de él: que tal vez su camino estaba en otro lugar.
“No fue algo que me dijeron que hiciera,” recuerda. “Pero cuanto más escuchaba a mi padre hablar sobre su propio camino, más me daba cuenta de que este trabajo era, de alguna manera, mi hogar.”
Para cuando se graduó, su decisión estaba clara: se dedicaría a la cerámica.
A diferencia de muchos artesanos locales, que normalmente se forman en el departamento de cerámica de la Escuela Técnica de Arita antes de regresar a los hornos familiares, Satomi eligió adquirir experiencia fuera de su ciudad natal. Primero estudió durante un año en una escuela de formación de artesanos en Kioto, y luego pasó cuatro años como aprendiz bajo la tutela de Takano Shoami, un artesano respetado. Allí, se le confió cada paso del proceso, incluyendo decoración sobre esmalte, una técnica que tradicionalmente no se practicaba en el horno de su familia.
Durante los descansos, también se le permitió usar el horno para investigaciones y experimentos personales, una oportunidad invaluable para explorar su propia dirección creativa.
Una de las experiencias más impactantes durante su aprendizaje fue descubrir lo poco reconocida que estaba la cerámica Mikawachi fuera de Nagasaki. Incluso cuando se presentaba como originario de Mikawachi, la mayoría de las personas nunca había oído hablar de ella. Solo al decir "junto a Arita" comenzaban a entender.
Esta realización despertó una profunda conciencia sobre la importancia de compartir su oficio de manera más amplia, de darlo a conocer.
Pero quizás la lección más profunda vino de la propia Kioto: la mentalidad de que la tradición no es simplemente para ser preservada, sino reinterpretada.
“No se trata de copiar el pasado”, explica Satomi, “sino de encontrar maneras de hacer que la tradición resuene con el presente. En el estudio, comenzamos replicando obras del período Edo, pero el verdadero objetivo era transformar esas piezas en algo que encaje con la vida moderna.”
Esta forma de pensar continúa guiándolo hoy, sirviendo como una brújula silenciosa pero duradera en su trabajo creativo.
Heredando y Perfeccionando Técnicas Tradicionales
El Arte del Pincel

Una de las características definitorias de la cerámica Mikawachi es la elegancia de su pincelada: líneas suaves y finas que parecen flotar sobre la superficie blanca del porcelana como hilos de seda. La porcelana en sí, hecha de arcilla cuidadosamente refinada, es conocida por su blancura lisa y luminosa, que sirve como el lienzo perfecto para esta delicada decoración.
Durante nuestra visita, Satomi estaba aplicando color a una pequeña tetera usando usando gosu, un pigmento de cobalto. Sorprendentemente, el pincel que usaba era bastante grueso. En su mesa de trabajo había tanto gosu como té japonés, que ocasionalmente añadía al pincel cuando buscaba un tono más claro.
Al ajustar la humedad y el pigmento de esta manera, pudo crear hermosas gradaciones de color.
Esta técnica, conocida como tsukedami, implica rellenar cuidadosamente áreas amplias dentro y fuera de los contornos previamente dibujados. Al observarlo trabajar, el proceso parecía tanto meticuloso como notablemente delicado.


Satomi ha pasado más de 25 años perfeccionando esta técnica. Su objetivo no es solo la precisión técnica, sino lo que él llama 'un acabado controlado': traducir su visión a la porcelana de manera impecable.
“Cuando era más joven, a menudo tenía dificultades para que el color en mi cabeza coincidiera con lo que salía del horno,” explica. “A veces el azul era demasiado oscuro, o demasiado claro. No podía lograr que los contornos aparecieran como yo quería.”
Con el tiempo, Satomi ha desarrollado la sensibilidad para controlar la velocidad, la presión y el ángulo del pincel, acercando cada vez más su acabado deseado a la realidad. Dami, señala, es particularmente desafiante. Incluso la más mínima variación en el movimiento puede afectar el resultado. El secreto, dice, es nunca dudar. Una vez que el pincel se detiene o vacila, la línea pierde su vida.

Para Satomi, la esencia de un buen trazo radica en dibujar lo que él llama "una línea viva". Una línea demasiado cuidadosa se vuelve rígida; lo que él busca en cambio es un ritmo y un flujo natural, algo que se sienta vivo.
“No quiero que las líneas se sientan demasiado perfectas”, dice. “Quiero que la pieza terminada se sienta cálida y reconfortante, algo que te haga exhalar un poco cuando la sostienes.”
Diseño como Expresión
La cerámica Mikawachi presenta una amplia gama de motivos tradicionales transmitidos a lo largo de generaciones. Uno de los más icónicos es el crisantemo, un diseño asociado desde hace mucho tiempo con la belleza y la longevidad. Sigue siendo un elemento común en muchas piezas contemporáneas.
La favorita personal de Satomi es botan karakusa, un patrón arabesco de peonías ricamente detallado considerado auspicioso. El delicado trabajo de pincel de las peonías y las enredaderas arabescas envuelve con gracia la superficie del recipiente, como si las flores estuvieran floreciendo sobre la porcelana. Cada detalle está meticulosamente adornado, convirtiéndolo en una verdadera encarnación de la idea de que un recipiente puede ser "una obra de arte en plena floración".
A veces, Satomi toma decisiones de diseño conscientes que reflejan una estética más contemporánea.
un ejemplo, utiliza la vid de peonía para representar el sol y la luna. Una luna creciente se expresa con una peonía en flor, mientras que el sol se sugiere mediante un uso intencionado del espacio en blanco. Al reimaginar la composición de esta manera, crea piezas que están tanto arraigadas en la tradición como silenciosamente contemporáneas.
Su sensibilidad de diseño está moldeada no solo por la cerámica, sino también por sus encuentros con otras formas de artesanía japonesa. Satomi suele visitar museos y se inspira en la laca, el vidrio y otras artes tradicionales. Cuando algo capta su atención, se esfuerza por comprender por qué resuena. Este hábito de reflexionar sobre la belleza—de convertir el sentimiento en pensamiento—es clave para cómo desarrolla sus diseños.
Él también estudia activamente obras históricas, particularmente del período Edo (1603–1868 d.C.). Copiar estas piezas no es un acto de imitación, sino una forma de aprendizaje. Al intentar reproducir las líneas y formas de artesanos anteriores, puede redescubrir su habilidad, intuición y sentido del equilibrio.
“En cada pieza antigua, hay una intención detrás de la forma. Intento ir más allá de la superficie y descubrir lo que realmente pensaba el artesano.”
Esta mentalidad—respetuosa con el pasado, pero siempre orientada hacia el presente—continúa moldeando el proceso creativo de Satomi hoy en día.
Una filosofía creativa arraigada en la artesanía

“Al principio, tuve dificultades con el pincel,” reflexiona Satomi. “No podía controlar el grosor ni el sombreado de las líneas como quería.” Sin embargo, a través de la repetición constante, algo cambió: su mano fue aprendiendo habilidades que su mente aún no había dominado por completo.
“Al dibujar los mismos patrones una y otra vez, el flujo de la línea se volvió más natural. Ese tipo de acumulación es esencial.”
la cerámica Mikawachi, el trabajo con pincel no es solo una técnica, es una firma. La tradicional karako motivo, una representación de un niño chino que es simbólica de la región, revela el estilo individual de cada artesano a través de sutiles diferencias en las expresiones faciales y las pinceladas.
“La gente ha empezado a decir que mis líneas son ‘limpias y precisas’,” dice Satomi modestamente. “Pero cuando miro el trabajo de generaciones mayores, me doy cuenta de cuánto me queda por aprender.”

Él también señala que la relación con el pincel ha cambiado con el tiempo.
“En el pasado, la gente usaba pinceles para escribir todos los días, por lo que sostener un pincel era algo natural. Ahora, en su mayoría usamos lápices o bolígrafos. Hoy en día, se necesita mucho más tiempo y práctica para familiarizarse con el pincel.”
Cuando se le pregunta sobre los artesanos más jóvenes, Satomi ofrece una perspectiva reflexiva.
"En sus veinte y treinta años, muchos artesanos se ven influenciados por las tendencias y nuevas formas. Yo era igual. Pero creo que ese período de experimentación es importante. Es así como comienzas a encontrar tu propia base."
Ahora, con años de experiencia a sus espaldas, Satomi se ve reflejado en la próxima generación. Sus preguntas, desafíos y errores son ecos de su propio camino, uno que ahora comprende más profundamente desde un lugar de tranquila perspectiva.
El Espíritu en Cada Trazo

“Solo sigue dibujando,” dice Satomi con sencillez. Sus palabras llevan la tranquila convicción de alguien que sabe que la maestría no es un punto final, sino un proceso—uno que se desarrolla lentamente, día tras día.
Él no busca la perfección. En cambio, trabaja hacia su ideal, poco a poco, con cada pincelada. Esa actitud, humilde y honesta, parece habitar la misma esencia de las piezas que crea.
La cerámica Mikawachi no busca deslumbrar. Se posa suavemente sobre la mesa, trayendo un momento de quietud a la vida diaria. Cuando sostienes una pieza del horno Kakusho, detente un momento. Deja que tus dedos recorran su forma, y quizás comiences a percibir el espíritu silencioso que habita en la línea.
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